domingo, 29 de mayo de 2011

¿Por qué sentimos miedo?



El miedo es una emoción. Dentro de las emociones hay muchas que están relacionadas; así, reverencia, ansiedad, angustia, temor, pánico, y miedo se relacionan entre sí. El miedo debe entenderse como una emoción desagrable. ¿De donde proviene el miedo? Se fundamenta en un instinto: la alerta ante el peligro, por lo tanto, es un sentimiento desagradable que pone a nuestro organismo en guardia para enfrentarse a un peligro o amenaza.
Por lo general el terror y el miedo suelen estar motivados. Se tiene miedo ante algo. No obstante, en las últimas décadas del siglo XX se ha notado una creciente demanda de consultas en Salud Mental por miedos y angustias cuyas causas no parecen tan evidentes, y según la Organización de la Salud, se espera que la "depresión" sea la enfermedad de mayor coste Socio-Laboral en el siglo XXI.
La angustia es la antesala del miedo. Es una supuesta relación de alerta ante una posible amenaza que puede volvernos paranoicos en casos extremos.
En otros casos esta angustia se manifiesta como síntoma físico, como un dolor de cabeza, de estómago o de pecho. Lo importante es evaluar la respuesta al miedo. A veces reaccionamos hacia diversas emociones, como el miedo, de manera no lógica. Por ejemplo, ante un peligro podemos reaccionar con una conducta aún mas peligrosa. Aquí interviene la razón. Es oportuno reparar en las consecuencias de nuestra reacción y en la manera en que podemos encauzarla.
El cuerpo acumula energía para tal situación de emergencia. Aumenta la tensión emocional, la tensión arterial, la respiración, las pulsaciones cardíacas, la sudoración, etc.
Sin embargo ésta energía no se libera en acción, porque no hay nada ante lo que escapar ni ante lo que luchar. Ante estas circunstancias, podemos invertir el proceso actuando sobre nuestro sistema biológico. Puede ayudarnos controlar la respiración y tener en mente frases de autosugestión positivas. Una muy útil es la del poeta John Borrougs:
"¡Póngo freno a mis arebatos, hago retazos, en bien de aquello que me brinde la paz anhelada! Me paro en el centro de senderos eternos, y lo que és mío conocerá mi semblante"
El temor hace acto de presencia en nuestra vida ante la posibilidad de perder algo. Muchas veces el desarrollo del ser genera movimientos psíquicos que nos incitan a cambiar, a transformar nuestras vidas. Todo cambio es una muerte y un nacimiento. El temor a ésta muerte y el trauma de un nuevo nacimiento hacia lo desconocido produce una resistencia al cambio.
El místico sabe que lo opuesto a la resistencia es la fé. La fé que nace de la confianza en la experiencia; en el conocimiento experimentado. El místico conoce que todo está en continuo cambio y que existe una ley mayor funcionando detrás. Toda transformación es un paso hacia delante. Por lo tanto, el místico afronta los cambios con la certeza de que son para mejor.
Por esto el místico se ayuda del discernimiento. El discernimiento y la fé verdadera se oponen a la autosugestión negativa basada en pensamientos catastrofistas erróneos, claramente reduccionistas.
A través del discernimiento comprendemos claramente la naturaleza interna de las cosas y cómo éstas se corresponden con el mundo exterior de los actos; de esta manera hacemos una lectura paralela de nuestra vida y de la que ocurre en el mundo.

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