lunes, 20 de junio de 2011

Luchando por nuestra paz


La "paz del corazón" está últimamente unida a la vida emocional y sentimental. Es evidente que no pueden adquirir esta paz aquellos que mantienen regularmente pensamientos de odio, maldad, de envidia, de venganza, de intolerancia y de todos aquellos sentimientos que les hacen esclavos de sí mismos.
Éste tipo de sentimientos crea problemas emocionales muy destructivos. De hecho, dan nacimiento a una forma de envenenamiento mental que afecta al equilibrio del cuerpo psíquico, y en consecuencia, a la armonía del cuerpo físico.
Éste veneno emocional es indudablemente un enemigo,  tanto para la paz del corazón como para la paz del cuerpo, y conduce progresivamente a la autodestrucción del ser.
Son raros los seres humanos que jamás han experimentado la guerra interior que provocan los pensamientos y las emociones negativas, ya que ambos están relacionados. Los rosacruces poseen los medios místicos que les permiten neutralizar el efecto destructivo de sus propios pensamientos negativos, y lo que es más importante, tienen también la posibilidad de protegerse de los que otros puedan sentir hacia ellos.
Cuando se trata de anular las consecuencias dañinas de nuestros propios pensamientos discordantes, basta reconocerlos como tales en el momento que alcanzan la mente, transformándolos en pensamientos positivos y constructivos. No se combate un pensamiento negativo relegándolo o recreándolo una oposición contra el. 
Es mucho mejor analizárlo, aceptarlo y sustituirlo por un pensamiento de naturaleza opuesta.
Si pretendemos vencer de frente a los pensamientos negativos sólo conseguiremos aún darles más importancia, más presencia, acentuándo sus efectos perniciosos.
Lo más sabio es sustituirlos por pensamientos constructivos, procediendo de esta manera a una transformación mental y emocional, en este aspecto debe ser la llave del corazón quien nos permita conseguir esta alquimia mental y emocional.
Si nos llega un pensamiento de odio, aunque sólo sea por un segundo, pongamos por largo tiempo, un pensamiento de amor en nuestro corazón. Si la sombra de la envidia o de los celos nos embarga,  reemplacémosla por la luz de la felicidad compartida.
Si el aspecto de la venganza se perfila entre nuestras emociones, transformémosles en una viva imagen de perdón. Efectuando sistemáticamente esta sustitución emocional, neutralizámos los efectos destructivos de nuestros propios pensamientos negativos y alcanzamos la paz del corazón.

F.R.C.

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