“El
anciano maestro Zen puso un hermoso y valioso jarrón, antiquísima y
única herencia familiar, delante del cónclave a la espera de
encontrar un sucesor entre los asistentes. Les indicó que aquel
jarrón no era más que un problema y se sentó a esperar… Un alumno se
levantó y con determinación destrozó el jarrón con su sable. El que
a priori parecía un loco temerario, resultó ser el elegido. Un
problema por muy antiguo, valioso y útil que sea seguirá siendo un
problema y como tal debe ser eliminado, sentenció el maestro
justificando así su elección y honrando el valor del nuevo abad…” Cuento budista
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