sábado, 23 de abril de 2011

Relexiones: Peregrinaje interior... Paciencia


La precipitación en las palabras o en los actos, es lo opuesto a la paciencia, y su consecuencia, no es la luz del dia, sino la oscuridad de la noche. Lo que quiero decir con esto es que la precipitaciòn es la base del error, mientras que la paciencia se alimenta siempre de la verdad. Como peregrinos, lo que deseamos realmente es caminar hacia La Ciudad de las Luces y dejar atrás el bosque de los errores. Por esta razón, debemos confiar en el dueño del tiempo, o sea, una vez más en nuestro Maestro Interno, pués es Él y sólo Él quien puede enseñarnos el arte de la paciencia y de la constancia.
Al baston del conocimiento y al mando de la paciencia, hay que añadirle el escudo de la confianza que va siempre acompañado por la espada de la sabiduría. Ésta es la cualidad que nos permitirá elevarnos de la condición de peregrino al estado de caballero. Pero es preciso comprender que la confianza del peregrino no es la confianza del caballero, sino simplemente la fe del buscador en el peregrinaje.
La fé que ayuda a muchos místicos a caminar hacia su Tumba Interior, es debida a una simple creencia, a un deseo de creer. Esta no es la confianza del caballero realizado que profesa una fe viva, una convicción íntima e inquebrantable, una certeza del alma adquirida por el conocimiento, la paciencia y la abnegación mística.
La confianza que debe demostrar el místico es la del corazón, no la de la razón. En ningún momento debe razonar ni desafiar.
La desconfianza es el enemigo jurado del místicismo ya que desafía al Cósmico a que pruebe la ralidad Divina y rehusa las pruebas una vez que le han sido dadas. Una persona desconfiada, desconfia tanto de dios como del Diablo, y del diablo, tanto como de los hombres, sin darse cuenta que de quien mas se deberia desconfiar es precisamente de ella.
No seamos ni desafiadores ni desconfiados, sino confiados y prudentes.
Tengamos confianza en nosotros mismos, en aquellos que son superiores a nosotros en sabiduria, y sobre todo, en Dios, pero sepamos también hacer gala de prudencia, pues la prudencia es la que hace posible la confianza en el hombre.
Al ser consciente de ello, no es facil comprender, que necesitamos protegernos con el escudo de una confianza absoluta.
Ella es la que nos protegerá de nuestras propias dudas y de la tentación de huir de la misión que nos ha sido confiada: La conquista de nuestra propia Jerusalén.
F.R.C.

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