viernes, 1 de abril de 2011

Nuestro Maestro Interno


Si nos falta el discernimiento en el sendero que recorremos interiormente, los demás pueden llegar a ser peligrosos. Por ejemplo, aquellos que alagan nuestro ego pueden hacer que nos convirtamos en nuestros propios enemigos, ya que si caemos en la trampa de los halagos, nos volveremos sordos a la voz de los que realmente nos quieren y ciegos a las artimañas de los que nos quieren mal y solo pretendn servirse de nosotros con fines interesados.
En cuanto a los que nos critican, hacen que todos aquellos que les escuchan con complacencia y se dedica a difundir lo que solo son embustes, se conviertan en enemigos que deberemos combatir a lo largo de nuestro peregrinaje interior.
Asímismo, las diversas pruebas que encontramos a lo largo de nuestra existencia, son otras tantas trampas que intentan desviarnos del camino obligándonos a soltar el bastón de peregrinos.
El único juicio válido al que todos debemos someternos para conocernos a nosotros mismos, es el de nuestro Maestro Interno. Pero primero es preciso aceptar ser su discípulo, pues, contrariamente a lo que se pudiera pensar, es mucho mas dificil ser un discípulo reconocido del propio Maestro Interno, que ser aceptado como discípulo por un importante gurú.
Ante los ojos del gurú, siempre se puede aparentar, mientras que frente a la mirada penetrante de nuestro Maestro Interno, solo podemos ser. Oye lo que no queremos decirle, y dice lo que no queremos escuchar. Habla la lengua de la verdad, y sus oidos se cierran al escuchar nuestras mentiras.
En nada se compromete con nosotros, pero no vacila en comprometernos cuando queremos engañarnos a nosotros mismos o engañar a los demás. Cuando somos demasiados severos al juzgar nuestras flaquezas, se muestra indulgente y señala con el dedo las cualidades que constituyen nuestra fuerza.
Si somos demasiado indulgentes con nuestros errores, pone de relieve con severidad la verdad que deberiamos aceptar interiormente. Mientras no aprendamos y asimilemos la humildad, nos sigue demostrando que la falsa modestia y el orgullo son todavia dos senderos que se juntan en nuestra propia vanidad.
Cuando somos realmente modestos en nuestros pensamientos, palabras y actos, nos concede la alegria se sabernos fuerte, veraces, y humildes.

1 comentario:

  1. Profundo mi chavalín profundo, tendríamos que escuchar mas y mejor, a nuesto Maestro ese que ES y VIVE dentro de nosotos.
    Me temo que esa es una de las cosas para la que no tenemos tiempo, ese es otro de nuestros enemigos (el tiempo) nos falta incluso para lo que no nos interesa.
    Me alegro que sigas adelante.
    Abrazotes grandes.
    Ambar.

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