miércoles, 24 de junio de 2015

Contra la comida basura, tácticas militares

Contra la comida basura, tácticas militares

Conoce a tu enemigo”, decía Sun Tzu, famoso general chino que vivió a finales del siglo VI a. C. Los ejércitos de hoy en día siguen haciendo uso de su manual de estrategia militar, “El arte de la guerra”, que puede encontrarse en cualquier librería, y cuyas enseñanzas también se siguen en las empresas para resolver conflictos, para fortalecer el liderazgo, etc.
Sun Tzu explica que “el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin luchar.” Suena extraño, pero tiene su lógica, pues lo ideal es colocar al enemigo en una posición de tanta debilidad que no intente ni siquiera luchar.
Sun Tzu enseña cómo analizar los puntos débiles del enemigo y cómo aprovecharse de ellos y agudizarlos. Hace hincapié en la psicología del combate y en la importancia de la táctica y la huida.
Al releer a Sun Tzu me he puesto a pensar en la lucha contra la comida basura.

Luchar contra la comida basura: en primer lugar, conocer al enemigo

Más que adelgazar como un fin en sí mismo, lo prioritario es aprender a comer de forma saludable; comer todo lo que se quiera, pero que sea saludable. Cuando uno se alimenta bien, recupera su peso ideal. Hacer una dieta estricta vendría en una segunda etapa si fuera necesario, pero no suele serlo.
Sin embargo, renunciar a la comida basura no es tan sencillo. Hará falta luchar contra las tentaciones, y de ahí la importancia de conocer al enemigo y saber dónde se originan las ganas de comida basura.



Un proceso inconsciente

Las ganas de comida basura comienzan de manera inconsciente. Usted está en casa, en la oficina, en el coche o en la calle y, de repente, al ponerse a pensar en cualquier cosa, le apetece comerse una napolitana, abrir una bolsa de patatas fritas, meter la mano en un paquete de caramelos o ir a comprarse una pizza, una hamburguesa, unas patatas fritas…
En realidad, muchas veces la idea no llega sola.

Primera posibilidad: tiene ganas de comida basura porque ha visto o ha olido comida basura. Ha pasado por delante de un escaparate donde estaba a la vista, o en un supermercado ha visto algo en una estantería y se le ha antojado. Lo tiene en su propia despensa, se ha encontrado un caramelo en el bolsillo o una tableta de chocolate al abrir un armario. Le ha venido el olor a pan recién hecho, a fritos o a queso fundido, o incluso ha escuchado sonidos que sugieren comida (en la radio, los anuncios de comida basura a menudo incluyen efectos de chisporroteos y aceite hirviendo para abrir el apetito).
Pero hay otras posibilidades.
Así, a uno le apetece comida basura cuando se encuentra en una situación que su mente, de manera consciente o inconsciente, relaciona con la comida basura. Por ejemplo, si tiene la costumbre de llegar a casa por la tarde y picotear unos cacahuetes tostados mientras espera la cena. O si come patatas fritas cuando ve la televisión, o compra palomitas y refresco sistemáticamente cada vez que va al cine. O si chupa caramelos mientras conduce…
Por último, también le pueden entrar ganas por el simple hecho de sentirse solo, triste o cansado. Si utiliza la comida como una forma de subirse el ánimo, entonces cada vez que se encuentre así el cerebro esperará recibir su dosis de glucosa “como recompensa”.

La comida basura se convierte en una obsesión

Una vez que las ganas de comida basura han entrado en el cerebro, rápidamente se transforman en una necesidad imperiosa. Resulta complicado, por no decir imposible, dejar de pensar en ello; ya no podrá quitárselo de la cabeza.
Se desata una batalla en el cerebro.
Por un lado, el cerebro emocional, que quiere su recompensa de inmediato en forma de dopamina generada por el placer que supone tener comida en la boca.
Enfrente, la parte racional del cerebro, que se dirige a usted diciéndole que ahora mismo no necesita comer nada, que no estaría bien, que tiene las necesidades fisiológicas cubiertas de sobra y que el cuerpo se encontraría mejor si consiguiera aguantarse las ganas de comida basura.
Por tanto, su fuerza de voluntad se encuentra dividida entre dos partes que están enfrascadas en una violenta guerra de oposición: usted quiere, sinceramente, cuidar de su cuerpo, tener una figura más delgada, una salud más fuerte, pero también quiere imperiosamente tomarse ese dulce, esas patatas, esos fritos… en este mismo momento. La parte del cerebro que defiende la opción racional es el córtex cerebral prefrontal. La que ordena extender la mano y llevarse enseguida a la boca lo que se le ha antojado es el cerebro primitivo, que alberga el sistema de “recompensa” que proporciona placer más fácilmente.


Es como si el cerebro se peleara consigo mismo y, por desgracia, la parte primitiva es mucho más fuerte, voluminosa y antigua que el córtex, así que, de entrada, parte con una importante ventaja en la batalla.

¡A su salud!
Juan-M Dupuis

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