miércoles, 1 de enero de 2014

¿Qué hago con el comportamiento de otras personas?

atrapado
A veces es imposible no sentirnos exasperados ante el comportamiento de ciertas personas, sobre todo si tenemos que frecuentarlas a menudo. Pero en vez de explotar o de mortificarse, es mejor tratar de comprender por qué actúan cómo lo hacen, y hasta tratar de ayudarlas. Probadlo: entonces descubriréis que tenéis muchos más recursos de lo que os imaginabais. En cuanto nos esforzamos en reflexionar, en pensar, nos vemos obligados a calmarnos.
Y aquí tenéis otro método: concentraos en la imagen de un ser al que amáis, y abandonaos al gozo y a la maravilla que esta imagen suscita en vosotros. Impregnaos de ella, y pronto podréis mirar a aquél o a aquélla que os exaspera sin sentir irritación alguna. ¿No habéis observado que los que se enamoran tienen tendencia a amar a todo el mundo? Cuando amamos verdaderamente, envolvemos al universo entero con la luz y el calor de este amor.
En la cima de la creación, Dios, el Ser supremo, utiliza estas dos corrientes de naturaleza contraria que llamamos el bien y el mal, manteniendo el equilibrio entre ambas. Y los humanos en su dominio mucho más limitado, deben esforzarse en actuar de la misma manera: ajustando y reequilibrando los dos lados continuamente. Observad cómo maneja el automovilista el volante de su coche: a veces un poco más hacia la derecha, otras un poco más hacia la izquierda, ambos brazos están siempre en actividad y su actividad es complementaria. De esta manera, el automovilista y el coche llegan a buen puerto. Igual que la mano derecha y la mano izquierda son los instrumentos de un cerebro único, el bien y el mal son dos corrientes nacidas de la misma Fuente; por eso podemos decir que son las dos manos de Dios. Un día, al término de nuestra evolución, llegaremos a penetrar en los secretos de esta Fuente única.
No tenéis derecho a maltratar o a ignorar a los seres porque sean diferentes de vosotros. Es preferible que tratéis de comprenderles. De esta manera se instalará en vosotros una buena costumbre que, más adelante, os protegerá de muchos peligros. ¡En la sociedad, hay algunos que se sienten tan grandes! Piensan que no tienen que hacer esfuerzos para pequeñas hormigas. Pero quizá un día se encuentren, como en los cuentos, en la situación de tener que seleccionar en unas horas miles de granos de trigo, de cebada o de arroz, y entonces estarán muy contentos de que estas «hormigas» vengan a ayudarles. O bien, estarán sólidamente atados, y un pequeño ratón irá a roer la cuerda para liberarles.
Diréis: «¡Pero todo esto son fábulas, cuentos para niños!» Si queréis… Estos ratones, estas hormigas, representan a las personas que frecuentáis y a las que tenéis tendencia a despreciar. ¿Quién sabe? Quizá estas personas a las que habéis sabido dar muestras de consideración, porque se lo merecían, serán las que vengan un día a salvaros.
Omraam Mikhaël Aïvanhov

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