viernes, 1 de febrero de 2013

Las cosas mejorarán


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Hubo un artículo en el Huffington Post la semana pasada felicitando a las personas que habían alcanzado sus metas de pérdidas de peso.
Una mujer en particular, cuyo nombre era Kendra, era una madre trabajadora a quien se le hacía difícil comer bien y ejercitarse con su ocupado itinerario. Poco a poco, su alta presión arterial y el dolor físico la llevaron al punto en el que su doctor le dijo que su vida estaba en peligro debido a su obesidad. En ese momento, hizo de su salud su prioridad y logró dar la vuelta a su situación por completo, perdiendo al final 40 kilos.
Menciono esta historia porque es muy claro que si queremos cambiar algo en el mundo físico, necesitamos hacer un esfuerzo y estar dispuestos a enfrentar los desafíos, incluso cuando parecen ser infranqueables.
El problema es que generalmente no entendemos la espiritualidad de la misma manera en que entendemos lo físico.
Por ejemplo: existen expresiones que utilizamos todo el tiempo sobre el ejercicio físico, tales como “si no duele, no sirve”, “sal y suda” o “estírate, siente el dolor y vuélvete más fuerte”. Lo que no reconocemos es que el mundo espiritual funciona de la misma forma: sin dolor, no hay ganancia. Al igual que en el entrenamiento físico, debemos sentirlo, cuestionarlo y realmente ver si nuestra certeza es real.
Todos nosotros podemos ser muy espirituales cuando las cosas están bien. Pero cuando las cosas van mal, puede ser mucho más fácil lanzar todo al bote y rendirse. Para crecer espiritualmente y alcanzar el siguiente nivel en nuestras vidas, necesitamos hacernos a nosotros mismos una pregunta difícil: Cuando alcanzamos el punto en el que las cosas no son lo que se suponen que sean ¿cómo reaccionamos? ¿Estamos seguros de nuestro camino espiritual en este punto? ¿Tenemos certeza en que existe un plan mayor y un propósito para cada evento que ocurre en nuestras vidas? ¿Entendemos realmente que todo lo que tenemos es la habilidad de subir la escalera espiritual y, al hacerlo, revelar Luz en el mudo? Cada vez que enfrentamos la situación en la que alguien negativo nos dice: “No lo lograrás, no llegarás allí”. ¿Tiramos la toalla o vemos una oportunidad y seguimos empujando?
Existe una historia Kabbalística sobre un hombre que fue puesto a cargo de un reino mientras el rey estaba lejos. Los consejeros del rey estaban tan celosos de este hombre que lo golpearon una tarde mientras cumplía sus obligaciones en el palacio. Cuando el rey regresó y encontró a su amigo de confianza en el suelo golpeado y sangrando, le preguntó: “¿Qué te ocurrió?”.
El hombre respondió: “Cuando te fuiste, todos estaban celosos de mí y me golpearon hasta dejarme tirado en el suelo”.
“¿Cuántas veces te golpearon?” Preguntó el rey.
“Treinta y seis veces” respondió el hombre.
En ese momento el rey tomó 36 monedas de oro y se las dio al hombre: una moneda de oro por cada vez que había sido golpeado. Cuando el hombre regresó a casa, estaba llorando. Cuando su esposa le preguntó confundida: ¿por qué estás llorando?” el dijo: “¿por qué no me golpearon más?”.
El punto de esta parábola no es que deberíamos pedir ser golpeados, Dios no lo permita. Pero la historia nos desafía a mirar a nuestras dificultades desde una perspectiva diferente y a apreciarlas por lo que realmente son: oportunidades para revelar más de nuestro potencial en este mundo. ¿Cuántos de nosotros realmente busca desafíos o situaciones incómodas como oportunidades doradas para que podamos cambiar nuestra conciencia o crecer o sentirnos motivados a hacer más por nosotros y por otros? Permíteme recordarte que lo que sea que esté ocurriendo en nuestras vidas está allí de hecho para llevarnos al siguiente nivel. La conciencia frente a nosotros debe ser constantemente: no sé por qué debo tomar este camino, pero sé que este es el camino que hará que las cosas mejoren al final.
Karen Berg

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