domingo, 22 de enero de 2017

rtritis reumatoide

Generalidades

La artritis reumatoide sigue habitualmente un curso crónico, y si no se trata de forma precoz y oportuna puede ocasionar un notable deterioro de la capacidad física y de la calidad de vida del afectado; además, se asocia a un posible acortamiento de la vida.
La AR es la principal enfermedad musculoesquelética capaz de producir un grado importante de incapacidad funcional. Si la dolencia sigue su evolución natural sin que se aplique tratamiento, a los 10 años del inicio alrededor del 50% de los afectados no están en condiciones de mantener un trabajo a tiempo completo. Y en las fases más avanzadas de la enfermedad, si no se instaura el debido tratamiento, alrededor del 10% tienen dificultades para llevar a cabo actividades cotidianas como lavarse, vestirse y comer.
Según datos estadísticos, la esperanza de vida en las personas con AR se reduce, globalmente, entre tres y siete años, siendo las principales causas de fallecimiento las mismas que las de la población general: las enfermedades cardiovasculares, las infecciones y el cáncer.
Cabe destacar que estos datos se han generado en épocas en las que no se contaba con las nuevas opciones terapéuticas disponibles en la actualidad y cuando era más habitual que no se procediera al tratamiento oportuno en las fases iniciales del trastorno.
Por fortuna, hoy en día, gracias a la disponibilidad de nuevos medicamentos más eficaces y a la mayor frecuencia con que se instaura el tratamiento en las fases iniciales de la enfermedad, se está consiguiendo una mejora notable tanto de la evolución como del pronóstico de la AR.

Formas de evolución

La AR puede evolucionar de forma muy diversa. En estudios sobre la evolución de la enfermedad, realizados con datos correspondientes a miles de personas con AR, se ha comprobado que existen tres formas de evolución principales: aguda, cíclica y progresiva.
AR aguda 
En alrededor del 20% de los casos, la AR se presenta en forma de un único episodio de artritis que puede durar desde unos días hasta unos cuantos meses y se sigue de un período de remisión o ausencia de síntomas de como mínimo un año de duración. Este patrón de evolución es el más favorable.
AR cíclica 
En aproximadamente el 70% de los casos, la AR evoluciona de forma cíclica, alternándose períodos de exacerbación sintomática, o brotes, que suelen durar unas semanas o meses, con períodos de relativa calma o ausencia total de síntomas. Este patrón de evolución es menos favorable que el anterior, porque suele acompañarse de un deterioro paulatino de la funcionalidad articular y de la calidad de vida.
AR progresiva 


En cerca del 10% de los casos, la AR evoluciona ininterrumpidamente de forma progresiva, es decir, la inflamación articular se mantiene de forma continua. Este patrón de evolución es el que tiene un peor pronóstico, ya que tiende a conducir a un pronto deterioro de la función articular y de la calidad de vida.
Otras formas de AR 
En raras ocasiones, la enfermedad adopta otras formas de evolución. Una de ellas es la artritis robusta, que afecta particularmente a varones que desarrollan una intensa actividad física y en la que, a pesar de que existe una intensa actividad inflamatoria articular, no suelen producirse síntomas importantes ni deterioro funcional. También están la artritis reumatoide senil, que se inicia en personas mayores de 70 años de edad y suele tener un buen pronóstico; el reumatismo palindrómico, caracterizado por episodios cíclicos de artritis en una sola articulación, también con buen pronóstico, y la nodulosis reumatoide, en la que la inflamación articular no suele ser notoria ni generar complicaciones, pero en cambio se desarrollan numerosos nódulos reumatoides.

¿Cómo se advierte el inicio de un brote?

En la mayor parte de los casos, la AR evoluciona con alternancia de brotes de exacerbación sintomática y períodos de relativa calma o de ausencia completa de síntomas.
El advenimiento de un brote sintomático constituye en sí mismo un problema, pero también puede ser indicativo de que se ha presentado una complicación o de que hay que modificar el tratamiento. Por ello, ante esta situación, se debe acudir al médico lo antes posible.
El inicio de un nuevo brote puede notarse por una gran variedad de signos y síntomas, aunque los más comunes son la presencia o incremento del dolor en varias articulaciones a la vez, el aumento de la inflamación en una o más articulaciones, la prolongación de la rigidez matutina y la aparición o intensificación de la sensación de cansancio, malestar general e incluso elevación de la temperatura corporal.
Por otra parte, es bastante típico que en cada brote de la enfermedad la inflamación, el dolor y la rigidez matutina comprometan a una nueva articulación que hasta ese momento no estaba afectada.
En algunos casos, el inicio de un brote se advierte por la aparición de una manifestación extraarticular, por ejemplo, el desarrollo de un bulto en la piel (nódulo reumatoide), hormigueo o adormecimiento en las manos, sequedad de boca y ojos o palidez.

La AR en niños y adolescentes

La AR en niños y adolescentes menores de 16 años de edad, conocida como «artritis idiopática juvenil», es uno de los trastornos crónicos más frecuentes en la infancia, pues sólo es precedido por el asma y la diabetes.
Aunque comparte algunas características con la AR del adulto, como por ejemplo el hecho de tratarse de una enfermedad autoinmune y que sus causas no son del todo conocidas, puede presentar algunas diferencias notables.
Según su forma de inicio, existen básicamente tres tipos de artritis idiopática juvenil: la oligoartritis, la poliartritis y la artritis sistémica.
Oligoartritis 


La oligoartritis, que representa en torno al 50% de los casos de artritis idiopática juvenil, predomina en el sexo femenino, aparece habitualmente antes de los seis años de edad y se caracteriza por la afectación de sólo una a cuatro articulaciones, con frecuencia las rodillas y tobillos. La inflamación articular suele ser poco marcada y poco dolorosa, de manera que los padres sólo suelen notar que el niño tiene alguna dificultad en la marcha o para realizar el movimiento completo de las articulaciones afectadas.
A veces se presentan manifestaciones extraarticulares, en particular la inflamación de la cámara anterior de la cavidad ocular, complicación que se puede prevenir o diagnosticar de forma precoz mediante una consulta con el oftalmólogo.
Esta forma de la artritis idiopática juvenil suele tener buen pronóstico y en muchos casos se cura de forma completa y sin dejar secuelas, aunque en otros reaparece al cabo de varios años de inactividad.
Poliartritis 
En esta forma de comienzo, durante los primeros seis meses del trastorno ya se afectan cinco articulaciones o más, comprometiéndose progresivamente las pequeñas y grandes articulaciones de las manos, muñecas, codos, rodillas, tobillos y pies.
La evolución y el pronóstico son variables, aunque suelen ser más favorables cuando el factor reumatoide es negativo. Por el contrario, en los niños con factor reumatoide positivo, además de que la inflamación, el dolor y la rigidez matutina resultan muy notables, con el paso del tiempo tienden a desarrollarse las rigideces, la limitación funcional y las deformaciones esqueléticas características de la AR en fases avanzadas. Asimismo, son frecuentes algunas manifestaciones extraarticulares, como la vasculitis o inflamación de las paredes de los vasos sanguíneos y la sequedad de los ojos, la boca y la piel. Por fortuna, mediante el diagnóstico precoz y la instauración de los tratamientos actuales en las primeras fases del trastorno se puede mejorar notablemente el pronóstico.
Artritis sistémica 


Esta forma de presentación comprende el 10-15% del total de casos de artritis idiopática juvenil. Entre las manifestaciones iniciales más comunes destaca la propia artritis o inflamación articular, que por lo general afecta a varias articulaciones de forma simétrica a ambos lados del cuerpo, con dolor y rigidez matutina. También es frecuente la fiebre, con malestar general y elevación de la temperatura corporal hasta 39-40 ºC, sobre todo por las noches, y a veces acompañada de eritemas o manchas rojizas en la piel (que luego desaparecen espontáneamente). Asimismo, a veces se produce inflamación o agrandamiento de los ganglios linfáticos (en las axilas, ingles y cuello), aumento del tamaño del hígado y del bazo o incluso derrame pleural.
En aproximadamente la mitad de los casos, el trastorno consiste en un episodio único que puede durar unas cuantas semanas y luego se resuelve definitivamente, sin dejar secuelas. En otra parte importante de los niños, el trastorno evoluciona de forma cíclica y afecta a un gran número de articulaciones; si no se trata de forma oportuna, tiene un pronóstico desfavorable. Por último, en algunos casos la enfermedad evoluciona en forma cíclica, con alternancia de brotes sintomáticos y períodos más o menos prolongados sin afectación
Conartritis

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