¿Qué hace que surja el miedo,
pues? El tiempo y el pensamiento crean el miedo ‑el tiempo como ayer, hoy y mañana-;
existe el miedo de que algo podrá ocurrir mañana: la pérdida del empleo,
la muerte, el hecho de que la esposa o el marido puedan dejarme, de que
la enfermedad y el dolor que experimenté hace algunos días se repitan.
Ahí es donde el tiempo interviene. El tiempo, que envuelve lo que
el vecino pueda decir de mí mañana, o el tiempo que hasta ahora ha
encubierto algo que hice muchos años atrás. El tiempo como miedo de que
no se realicen algunos deseos profundos y secretos. De manera que el
tiempo forma parte del temor, el temor a la muerte que llega al final de
la vida o que puede estar esperando a la vuelta de una esquina; y por
eso tengo miedo. Así, el tiempo envuelve al miedo y al pensamiento. No
existe el tiempo si no existe el pensamiento. El pensar en lo que
ocurrió ayer, y el temer que vuelva a repetirse mañana, es lo que
engendra tanto el tiempo como el miedo.
Por favor, observen esto, mírenlo ustedes mismos, no acepten ni
rechacen nada, sino escuchen, descubran por si mismos la verdad de esto;
no se detengan meramente en las palabras para decir si están o no están
de acuerdo; sigan adelante. Para encontrar la verdad se requiere
sensibilidad, pasión por descubrir, y una gran energía. Entonces
descubrirán que el pensamiento engendra el miedo; el pensar en e pasado o
en el futuro ‑siendo el futuro el siguiente minuto, o el siguiente día,
o diez años después- el pensar acerca de ello hace de ello un
acontecimiento. Y el pensar en un acontecimiento que fue placentero
ayer, mantiene y da continuidad a ese placer, no importa que ese placer
sea sexual, sensorio, intelectual o psicológico. El pensar acerca de
ello y construir una imagen como hace la mayoría de la gente, le
confiere a ese acontecimiento pasado una continuidad a través del
pensar, y eso engendra más placer.
¿Qué hemos de hacer? Cuando el pensamiento se da cuenta de que no
puede hacer nada con el miedo porque él crea el miedo, entonces surge
el silencio; entonces hay una negación completa de cualquier movimiento
que engendre temor. Y viendo que el miedo no puede ser meramente
analizado y descartado, sino que siempre estará allí, la mente también
ve que el análisis no es el camino. Entonces uno se pregunta: ¿cuál es
el origen del temor? ¿Cómo surge?
Dijimos que es engendrado por el tiempo y el pensamiento. El
pensamiento es la respuesta de la memoria, y el pensamiento crea el
miedo. También dijimos que el miedo no puede cesar mediante el mero
dominio o represión del pensamiento, o tratando de transmutar el
pensamiento, o complaciéndonos en todas las tretas que nos jugamos a
nosotros mismos. Al darse cuenta de todo este patrón sin elección alguna
objetivamente, y al ver todo esto por sí mismo, el propio pensamiento
dice: “estaré quieto sin control ni represión alguna”. “Estaré
silencioso”.
Así el miedo llega a su fin, lo cual significa el cese del
sufrimiento y la comprensión de uno mismo, el conocimiento de uno mismo.
Sin este conocimiento no hay fin para el dolor y el miedo. Sólo una
mente que está libre de miedo puede enfrentarse a la realidad.
Krishnamurti
De su libro “El Vuelo del Águila”
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