domingo, 8 de noviembre de 2020

LA VERDAD SOBRE EL ORIGEN DE LAS ROSAS [Para todas aquellas mujeres valientes, que tantos regalos nos dieron, y tantas espinas debieron curarse].

 

El diseño de la rosa no fue un encargo de gusto. Ya habían sido presentadas la margarita con su sencillez perfecta, el espléndido girasol y el majestuoso lirio. La Madre de todas las Diosas le entregó a su hija pequeña un tallo leñoso y unos pétalos verdes, y le encargó que inventara una nueva flor que conmoviera el corazón de todo el que la presenciara.
La pequeña diosa acarició plumas de las aves más suaves, el manto de los primeros cachorros de animales salvajes y atrapó aquella suavidad en la yema de sus dedos. Repasó todos los colores que ya pintaban la Naturaleza, y decidió al final no encerrar ninguno y dar libertad a la flor para nacer con cualquier nuevo tono cada mañana del mundo. Pasó lunas recordando momentos felices hasta que consiguió una esencia que le evocaba esa misma felicidad. Y entonces amontonó los pétalos dándoles toda la suavidad que había conocido, y seguidamente los colmó de perfume.
Según iba probando pétalos en el tallo como una costurera, ponía todo su amor en fabricar una reina entre las flores y por ello iba sumándolos uno al ladito del otro como si fueran una verdadera corona. No estaba segura de qué número de pétalos exacto poner, pero tras mucho meditar, decidió que deberían ser tantos y tan cambiantes como el número de las hojas de los libros (los libros existían mucho, mucho antes que las rosas y que casi todo lo conocido, pues guardaban la sabiduría del principio de los tiempos). Así, unas rosas podrían brotar ligeras como si fueran a levantar el vuelo o nacer ya colmadas de pétalos apretados como una larga historia, y ambas eran igualmente sublimes.
Cuando la pequeña diosa vio su primera flor terminada se sintió verdaderamente orgullosa pues por todos sus sentidos la embargaba una sensación de belleza. Hizo primero una rosa amarilla clara y después una del color variable de las puestas de sol sobre el mar. Hizo otra rosa blanca de pocos pétalos que parecía compuesta de alas de mariposa y también una rosa robusta y roja como su propio corazón.Hizo decenas de muestras de rosas, hasta que el perfume de todas ella la hizo sentirse totalmente embriagada, casi mareada, con una sensación que no conocía, pero que debía de ser lo más parecido al enamoramiento.
Recogió todas aquellas nuevas rosas, las terminó de colocar en tallos leñosos como el que le había dado su Madre, y acudió a presentárselas con enorme orgullo.
Cuando llegó al trono de su Madre, se dio cuenta de que las manos y los brazos le dolían casi insoportablemente, y vio que brotaba sangre de ellos. Entonces –porque la belleza y la ilusión de su encargo no le había dejado darse cuenta antes- se dio cuenta de que aquellos tallos leñosos tenían espinas.
-¿Por qué me diste a mí estos tallos con espinas, Madre de la Creación, si querías que yo hiciera algo tan perfecto?
-Te di precisamente esos tallos –contestó la Madre Diosa- porque confiaba en ti, y sabía que con tu inteligencia y tu arte, inventarías la flor más preciosa del universo. Pero si dejáramos esa flor crecer indefensa, cualquier animal que pasara a su lado, desde el pequeño gusano hasta la hermosa yegua, intentaría devorarla. Y esta flor ha de ser un regalo especial para el ser humano.
De esta manera, y no de otras que se han contado, se fabricó la primera rosa. Y al mismo tiempo que hizo más feliz de lo que nunca lo había sido a la joven diosa artista que la fabricó, le provocó sus primeras heridas sangrantes, aunque en sí misma la rosa había sido creada con toda la bondad del universo.
Desde ese día, las rosas también quedaron asociadas a los libros, pero los humanos fueron olvidando poco a poco la Historia Verdadera, y ya casi nadie conoce el origen de nada, pues en cada pueblo nacieron nuevas y distintas leyendas para explicar el mundo.
La rosa, eso sí, siempre fue considerada la reina de las flores. Y aunque crecía siempre con dañinas espinas, al mirarla, al tocarla, al olerla… cualquier ser humano sabía en su corazón que una rosa estaba hecha de puro amor. Y cuando querían decirle a alguien “te quiero”, y consideraban que las palabras eran demasiado pobres, entregaban no una margarita, no un girasol, no un lirio: ponían con sumo cuidado en las manos de la persona amada Una Rosa.

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