Las acciones son el resultado de los pensamientos, y los pensamientos se revelan a través de las acciones.
Mis acciones siembran las semillas de mi futuro. Como dice un viejo refrán: “Quien siembra ortigas, no puede cosechar rosas”. Por consiguiente, toda reacción es el resultado de una acción anterior.
Los resultados de las acciones pueden manifestarse inmediatamente, o tener un efecto retardado, es decir, retrasarse en aparecer. Pero, siempre acabarán por manifestarse.
El mundo reacciona ante mí según mis acciones. Si actúo con irritación, recibiré respuestas con enojo. Si actúo con serenidad, las reacciones tendrán esa misma calidad.
Dado que con mis acciones causo mi fortuna o mi infortunio, por mi propio interés debo controlar la calidad de mis acciones.
He de procurar que todas mis acciones sean altruistas, es decir, sin motivos maliciosos. Que sean constructivas y no demoledoras. Que tengan tal calidad que, sin importar cuánto tiempo tarden en germinar y crecer, yo siempre pueda estar feliz y satisfecho con el presente, sabiendo que mi futuro sólo dará cabida a la alegría.
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