La agricultura intensiva ha hecho evolucionar de tal forma nuestras frutas y verduras que en la actualidad ya no tienen absolutamente nada que ver con las que comían nuestros abuelos.
Vea la diferencia entre un plátano de los que hoy en día puede encontrar en cualquier supermercado (en la imagen, a la izquierda) y un plátano salvaje de Papúa Nueva Guinea (en la misma imagen, a la derecha y más pequeño).
Esos gruesos puntos negros que ve en el plátano salvaje una vez pelado no son más que las pepitas que le permiten reproducirse.
Tanto por la apariencia como por el sabor o el contenido en vitaminas, estos dos tipos de plátano son tan diferentes entre sí como un huevo y una castaña.
¿No le llama la atención el tamaño de las berenjenas y puerros modernos? Son tan sumamente grandes que a veces incluso cuesta meterlos en las bolsas de plástico de la sección de frutería.
En otro tiempo la berenjena era una hortaliza del tamaño de un huevo. De hecho, los americanos todavía la conocen por el nombre de eggplant (“planta huevo”). Pero hoy en día más bien debería llamarse “huevo de dinosaurio mutante”, dadas sus dimensiones.
Al principio, el maíz era apenas un poco más grande que una espiga de trigo.
No fue sino a fuerza de selección, clasificación, manipulación e hibridación que hemos llegado a las enormes espigas de hoy en día, gigantescas y de un amarillo eléctrico, casi fluorescente.
Y no hablemos de sus carnosos granos, embebidos de plaguicidas como el DDT (dicloro difenil tricloroetano), el Roundup (glifosato) y otros agentes defoliantes (que provocan la caída de las hojas).
Las manzanas de aquella época eran con frecuencia pequeñas, arrugadas, deformes y rasposas. Asimismo, eran ácidas, pero también incomparablemente más ricas en vitaminas y minerales que cualquier manzana que podamos comprar hoy en día.
En 1950 una manzana de la variedad Croncels contenía ¡hasta 100 veces más! de vitamina C que una manzana Golden actual.
Pero esto no debería sorprendernos. Piense en esas manzanas gigantes de las estanterías, más grandes que una bola de petanca, todas con las mismas dimensiones, el mismo color, la misma piel gruesa… ¡y la misma pulpa insípida!
Qué decir de las patatas, por ejemplo. Entre 1951 y 1999 perdieron el 100% de su contenido en vitamina A (de especial importancia para la vista) y el 57% de su vitamina C, de acuerdo con un estudio canadiense.
Y otro estudio americano ha demostrado que en 51 años estos tubérculos también perdieron el 47% de su contenido en cobre, el 45% de su hierro y el 25% de su calcio.
Por su parte, el brécol, famoso por su riqueza en antioxidantes, ha perdido el 80% del cobre y el 75% del calcio que contenía en 1940. Y la misma degradación la encontramos en los tomates: ya en 1991 debíamos comer 10 tomates para obtener el mismo aporte de cobre que ofrecía un único tomate en 1940.
Las cifras son más alarmantes incluso en el caso de la zanahoria. Un grupo de investigadores cifra en un 46% la cantidad de hierro que han perdido las zanahorias “modernas” respecto a las de hace décadas.
Asimismo, en la actualidad las naranjas contienen hasta 8 veces menos de vitamina C y 21 veces menos de vitamina A que las de 1950. Y lo mismo sucede con los melocotones…
Pero las frutas y verduras biológicas tienen otra ventaja: también contienen menos agua. Con la misma cantidad de fruta, disfrutará de un 15% más de pulpa y, por tanto, también de micronutrientes.
Además, otra medida con la que se puede compensar el empobrecimiento de los alimentos de hoy en día es tomar un complemento multivitamínico a diario.
¡A su salud!
Luis Miguel Oliveiras
Vea la diferencia entre un plátano de los que hoy en día puede encontrar en cualquier supermercado (en la imagen, a la izquierda) y un plátano salvaje de Papúa Nueva Guinea (en la misma imagen, a la derecha y más pequeño).
Esos gruesos puntos negros que ve en el plátano salvaje una vez pelado no son más que las pepitas que le permiten reproducirse.
Tanto por la apariencia como por el sabor o el contenido en vitaminas, estos dos tipos de plátano son tan diferentes entre sí como un huevo y una castaña.
Aunque lo parezca, esto no es un tomate
Quizá le cueste creerlo, pero en realidad lo que ve en esta otra imagen ¡son berenjenas!¿No le llama la atención el tamaño de las berenjenas y puerros modernos? Son tan sumamente grandes que a veces incluso cuesta meterlos en las bolsas de plástico de la sección de frutería.
En otro tiempo la berenjena era una hortaliza del tamaño de un huevo. De hecho, los americanos todavía la conocen por el nombre de eggplant (“planta huevo”). Pero hoy en día más bien debería llamarse “huevo de dinosaurio mutante”, dadas sus dimensiones.
El maíz, un clásico
Lo del maíz es un verdadero escándalo. No consigo entender siquiera cómo hay gente que sigue creyendo que la carne de las aves de corral engordadas con grano (maíz) es más natural y mejor para la salud.Al principio, el maíz era apenas un poco más grande que una espiga de trigo.
No fue sino a fuerza de selección, clasificación, manipulación e hibridación que hemos llegado a las enormes espigas de hoy en día, gigantescas y de un amarillo eléctrico, casi fluorescente.
Y no hablemos de sus carnosos granos, embebidos de plaguicidas como el DDT (dicloro difenil tricloroetano), el Roundup (glifosato) y otros agentes defoliantes (que provocan la caída de las hojas).
Las manzanas de los años 50
Sucede lo mismo con las manzanas de la década de 1950. ¿Es acaso la misma fruta que podemos comprar actualmente en cualquier supermercado?Las manzanas de aquella época eran con frecuencia pequeñas, arrugadas, deformes y rasposas. Asimismo, eran ácidas, pero también incomparablemente más ricas en vitaminas y minerales que cualquier manzana que podamos comprar hoy en día.
En 1950 una manzana de la variedad Croncels contenía ¡hasta 100 veces más! de vitamina C que una manzana Golden actual.
Pero esto no debería sorprendernos. Piense en esas manzanas gigantes de las estanterías, más grandes que una bola de petanca, todas con las mismas dimensiones, el mismo color, la misma piel gruesa… ¡y la misma pulpa insípida!
Un problema que se repite en numerosas frutas y verduras
Lo peor de todo es que este fenómeno se repite en la mayoría de frutas y verduras. En sólo 50 años su contenido en vitamina A, fósforo, calcio, hierro, magnesio, potasio y ácido ascórbico se ha reducido a la mitad, a la tercera o incluso a la quinta parte, según el caso.Qué decir de las patatas, por ejemplo. Entre 1951 y 1999 perdieron el 100% de su contenido en vitamina A (de especial importancia para la vista) y el 57% de su vitamina C, de acuerdo con un estudio canadiense.
Y otro estudio americano ha demostrado que en 51 años estos tubérculos también perdieron el 47% de su contenido en cobre, el 45% de su hierro y el 25% de su calcio.
Por su parte, el brécol, famoso por su riqueza en antioxidantes, ha perdido el 80% del cobre y el 75% del calcio que contenía en 1940. Y la misma degradación la encontramos en los tomates: ya en 1991 debíamos comer 10 tomates para obtener el mismo aporte de cobre que ofrecía un único tomate en 1940.
Las cifras son más alarmantes incluso en el caso de la zanahoria. Un grupo de investigadores cifra en un 46% la cantidad de hierro que han perdido las zanahorias “modernas” respecto a las de hace décadas.
Asimismo, en la actualidad las naranjas contienen hasta 8 veces menos de vitamina C y 21 veces menos de vitamina A que las de 1950. Y lo mismo sucede con los melocotones…
2 sencillos consejos para mejorar su alimentación
Para compensar la pérdida de nutrientes es necesario comer frutas, verduras y hortalizas biológicas. Diversos estudios han demostrado que contienen hasta un 40% más de micronutrientes, lo cual se explica en parte porque son recogidas estando ya maduras.Pero las frutas y verduras biológicas tienen otra ventaja: también contienen menos agua. Con la misma cantidad de fruta, disfrutará de un 15% más de pulpa y, por tanto, también de micronutrientes.
Además, otra medida con la que se puede compensar el empobrecimiento de los alimentos de hoy en día es tomar un complemento multivitamínico a diario.
¡A su salud!
Luis Miguel Oliveiras
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