domingo, 15 de mayo de 2016

Vientre hinchado: no basta con dejar de tomar garbanzos, leche o gluten

Vaya donde vaya, ¡todo el mundo se siente hinchado! En las empresas, hinchados; en los ministerios, hinchados; y en los hospitales, hinchados. Hinchados durante las vacaciones y también al salir de viaje. ¡Al irnos a dormir nos sentimos hinchados y por la mañana nos levantamos igual!” 

Esta revelación apasionada fue pronunciada por el profesor Henri Joyeux durante una conferencia en la Universidad de la Sorbona (París) a la que asistí. 

Toda el aula magna se partía de risa, pero también se notaba que casi todos los participantes se veían reflejados en ella. 

Las palabras malsonantes

Cuando yo era pequeño, no se hablaba de gases sino de “flatulencias”. Y es que “flatulencia” era la palabra que usaban las personas cuando querían resultar educadas, lo mismo que “aires” o “ventosidades”. Las expresiones eran más crudas en los patios de los colegios. Pero al fin y al cabo, se trataba siempre de ese fenómeno sonoro y maloliente, fuente inagotable de risas y chistes. 

A pequeña escala, no hay que temer a los gases. Basta con contenerse un mínimo y actuar con respeto hacia los demás. 

Sin embargo, pueden darse desajustes agudos. A sus víctimas se les complica seriamente la vida social. Ir al cine se hace delicado, y a veces incluso imposible. Los viajes en tren, en avión o en coche (en compañía) se vuelven un problema. Algunos ni siquiera se atreven a proponer a nadie pasar la noche en la misma habitación. 



Y por no hablar del malestar que se siente tras cada comida al sentir los intestinos hinchados como si les hubieran insuflado aire. 

Pero claro, por desgracia, las soluciones no son tan sencillas. 

No basta con dejar de tomar garbanzos, leche o gluten

Algunos le dirán que basta con evitar las judías, los garbanzos o las coles de Bruselas. Pero si bien está claro que estos alimentos agravan la situación, mucha gente tiene gases sin ni siquiera haber probado las coles.

Otros le echarán la culpa a la leche. O al gluten. Y en tal caso, es cierto que en torno a un 30% de afortunados dejará de sentir gases si suprime alguno o ambos de su alimentación. 

Pero la mayoría (el 70%), por mucho que se imponga una dieta estricta sin lácteos ni gluten, seguirá sintiendo unos gases cuya evacuación continuará envenenando su existencia.

Y lo peor de todo es que las molestias no se limitan a eso: los gases son síntoma de un desajuste intestinal y rara vez aparecen solos. Casi siempre van acompañados de diarrea, estreñimiento o una alternancia de los dos y, por lo tanto, dolor de estómago, dolor de cabeza e incluso de las articulaciones. 

Una fermentación anormal

La fermentación es normal, e incluso deseable, en el sistema digestivo. Pero se limita en principio a los alimentos no digeribles, como las fibras, que sirven de alimento para las bacterias de la flora intestinal que viven en el colon. Si llegan al colon otros alimentos no digeridos, como el azúcar o restos de alimentos que normalmente habrían tenido que ser asimilados en el intestino delgado, se pone en marcha una fermentación mucho más fuerte, que produce una mayor abundancia de gases.

Los desajustes son tales que los problemas intestinales de este tipo son el trastorno funcional digestivo más frecuente en las consultas médicas. 

Así pues, los médicos han acabado por englobar al conjunto de esos síntomas (gases, diarrea, estreñimiento, dolores de estómago, dolores de cabeza...) bajo el término “síndrome de colon irritable”. Por desgracia, pocos han encontrado una solución definitiva para sus pacientes. Y no es de extrañar, ya que en general las causas son complejas. 

Tener Salud

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