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El notable aumento de las cifras de prevalencia de obesidad no se debe solo a cambios en el componente genético del ser humano. La alta disponibilidad de alimentos calóricos y la elevada tasa de sedentarismo son, en gran medida, responsables del incremento de la obesidad. Hoy día, se dispone a diario de gran cantidad de comida, de raciones con tamaños cada vez mayores y de alimentos con gran densidad energética. Además, la sociedad es cada vez más sedentaria, tal y como advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), puesto que en muchos países entre un 30% y un 50% de la población se mantiene inactiva.
El desequilibrio del balance energético (consumo de calorías mayor que el gasto de calorías) está en la base del origen de la obesidad y, también, en la base de su tratamiento. Los expertos e investigadores que trabajan con esta enfermedad piensan que una falta de mecanismos de control en la ingesta alimentaria, alteraciones en el gasto energético o desajustes en la regulación de las reservas lipídicas pueden ser los desencadenantes del aumento de peso corporal.
En todos los documentos de consenso sobre tratamiento del exceso de peso, los especialistas coinciden en que implementar las medidas dietéticas adecuadas y potenciar la actividad física son las medidas terapéuticas recomendadas para el control ponderal.
Dieta y actividad física: la combinación ganadora
La actividad física y la alimentación son los pilares del tratamiento de la obesidad. Según la Sociedad Española del Estudio de la Obesidad (SEEDO), la actividad física y el ejercicio son componentes en el manejo de la pérdida de peso, inexcusablemente junto a un plan de alimentación estructurado, ya que la práctica de ejercicio físico como forma aislada de tratamiento en la obesidad no parece tener un papel destacado en la bajada de peso. La SEEDO menciona algunos estudios realizados entre 1995 y 2005 en los que no se observaban grandes pérdidas de peso cuando se realizaba solo actividad física como estrategia para bajar peso.
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Sin embargo, sí existen diversas investigaciones en las que se observa que la práctica de ejercicio físico ayuda en el mantenimiento del peso corporal a largo plazo. Además, los beneficios para la salud que posee la práctica de actividad física hacen que todas las sociedades científicas relacionadas con la salud recomienden hoy día hacer ejercicio.
Estudios posteriores han reafirmado estas conclusiones. Tal es el caso de la revisión publicada en 2014 por Swift y sus colaboradores ("The role of exercise and physical activity in weight loss and maintenance"), donde se observó que a menos que el volumen de actividad aeróbica sea muy alto, la pérdida de peso que ocurre es clínicamente poco significativa. Aun así, los autores coinciden en los beneficios de la actividad física en la salud en general y en concreto en el mantenimiento del peso a largo plazo.
La American College of Sports Medicine publicó un documento de consenso en el que exponía que existía suficiente evidencia para afirmar que una actividad física de intensidad moderada (de entre 150 a 250 minutos a la semana) podía ayudar a conseguir una pérdida de peso solo moderada y que un mayor grado de actividad física (más de 250 minutos a la semana) se asociaba a pérdidas de peso significativamente importantes. Si se relaciona una actividad física moderada a la restricción dietética, podía mejorarse la pérdida ponderal.
Recomendaciones concretas para perder peso
A la luz de los estudios, ambos tipos de tratamientos, dieta y ejercicio, deben utilizarse de manera conjunta para potenciar la pérdida de peso. El equipo de salud debe valorar cada caso en concreto y establecer una pauta de alimentación y actividad física específica para cada persona, con el objetivo de adaptarse a sus hábitos y costumbres y potenciar al máximo la pérdida ponderal y el mantenimiento del peso perdido. El dietista-nutricionista estudiará los hábitos alimentarios actuales y establecerá, de forma conjunta con cada individuo, el plan de alimentación y dieta hipocalórica adecuado. En cuanto a la actividad física, se deberán potenciar actividades aeróbicas, si es posible a diario, de al menos unos 20-30 minutos; aunque un estudio de la capacidad física de cada persona será necesario para establecer la intensidad y duración de cada actividad.
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