Es
una realidad probada científicamente hay personas que aman a sus perros
mas que a un amigo o incluso mas que un familiar. A esta conclusión
llegaron investigadores del Departamento de Ciencia Animal de la
Universidad de Azabu, en Japón, el estudio reveló que el amor entre un perro y su dueño tiene muchas similitudes
entre el de una madre y su hijo. Los investigadores metieron a 30 canes y
sus dueños en una habitación y midieron en ambas partes la cantidad
liberada de la oxitocina, también llamada hormona del amor.
La conclusión fue sorprendente: en el momento en que ambos cruzaban la mirada, más oxitocina producían sus cerebros.
“Estos resultados respaldan la existencia de un bucle de oxitocina,
que se autoperpetúa en la relación, como el vínculo de una madre y su
hijo”, explicó el lider de la investigación, Takefumi Kikusi.
Cinco razones por las cuales muchas personas aman más a un perro que a la pareja
La espera con ansiedad del reencuentro en casa. Cuando se regresa al hogar después de una jornada de trabajo,
él siempre está ahí, dispuesto a jugar, dar besos o acurrucarse en
algún rincón. No hay posibilidades de encontrarlo perdido en un juego de
PlayStation y en medio de lágrimas ante una telenovela turca.
Es el mejor oyente. El perro nunca interrumpe cuando
le hablan. Uno puede enojarse, dar un sermón, convertirse en un
empalagoso de piropos y él sólo mirará y analizará con criterio cada
palabra escuchada
Jamás cuestiona los hábitos. Si un domingo surge una
maratón de partidos de los equipos grandes de Argentina, el perro se
dedicará a acompañar sentado en el sillón. No insultará a los jugadores,
aceptará cualquier tipo de resultado y aportará mimos en caso de la
tristeza del dueño.
No hay que conocer a sus padres. En el amor
humano-perro se evita una de las mayores pesadillas posibles: conocer a
los suegros. El vínculo es de uno a uno y en ese campo no entran
comentarios, “sugerencias” y mandatos de terceros.
Nunca juzgará por la moda o el físico. Es el único
de la casa que puede ver desnudo a su dueño y no hacer ningún comentario
sobre su peso, la piel o el cuidado de las manos. Respetará la ropa que
se elija para afrontar el día, aún cuando eso signifique 24 horas con
el pijama puesto.
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