Los pensamientos y los sentimientos son corrientes de fuerzas. Por
ello debéis estar siempre atentos a la calidad de cada pensamiento, de
cada sentimiento que aceptéis alimentar en vosotros. Esto debe ser
incluso una de vuestras principales preocupaciones. Cada día, procurad
consagrar al menos unos minutos a una actividad que conecte vuestro
intelecto y vuestro corazón con las regiones del alma y del espíritu.
Escoged una actividad que os obligue a atraer y a conservar en vosotros
las imágenes más luminosas, los estados de conciencia más elevados;
consideradla como el momento más importante de vuestra jornada, pensad
que de este momento dependen vuestro futuro, vuestra salvación. Al
principio, quizá no veáis todas las consecuencias benéficas. Pero
continuad: poco a poco os sentiréis habitados por algo muy grande, muy
puro, y suceda lo que os suceda, esta presencia en vosotros os aportará
la fuerza, la paz y el gozo.
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