Hay una historia que contaban los ancianos de mi pueblo… Ellos decían
que dos almas que se hubieran amado bajo la luz de la luna de Octubre
estarían unidas para siempre.
Cada vez que regresaran al mundo en otras vidas, se buscarían una y
otra vez hasta encontrarse, que el secreto estaba en cerrar los ojos y
seguir la voz del corazón.
Decían que cada noche, la voz de ella, sería el murmullo del viento
que escucharía él, ese amor lo llamaría y sus pasos lo guiarían en algún
momento a encontrarla.
Ellos regresarían en tiempos iguales, sus manos cabrían en las de él,
su pecho tendría el espacio exacto para protegerla con sus brazos y al
tener su cabeza recargada, el corazón de ambos se volvería un mismo
palpitar.
La magia de la luna despertaría en ellos, todos los sentimientos
dormidos, él sentiría en la distancia sus temores, sus angustias, sus
momentos de paz, sus alegrías, ambos tendrían las respuestas a preguntas
que aún no se hicieron.
Se reconocerían sin palabras, sólo con la mirada, ese brillo
encendería en ambos el amor escondido bajo la luz de la luna, el polvo
mágico despertaría en ellos esos sueños que se tejieron en el tiempo,
que rozaron con sus dedos la eternidad.
El amor es el lazo más fuerte que tenemos con el cielo y justo el
amor los haría regresar una vez más, porque aquellos que se prometieron
amor bajo la misma luna de Octubre, no se podrán separar jamás.
Los ancianos de mi pueblo dicen, que si te quedas en silencio mirando
la luz de la luna de Octubre, escucharás las voces de esas almas
llamando infinitamente ese amor que tiempo atrás, en otra vida, nació.
Ale Barajas
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