Es una creencia que hemos desarrollado desde que empezamos a tener uso de razón. Empezamos a mirar el mundo a través de la presunción de que valemos en función de lo que conseguimos y tenemos en la vida. Así, cuando vemos a alguien más rico, más afortunado, más guapo, etc., que nosotros, empezamos a sentirnos inferiores. También sucede lo contrario, que nos sintamos superiores a aquellos que según nuestra percepción tienen menos.
Es como si usáramos a los demás como indicadores de nuestro grado de valía. Al sentirnos mal con nosotros mismos, debido a nuestro complejo, es obvio que perdemos el bienestar interior. Nunca nos vamos a sentir en calma y en equilibrio si nos impulsan la envidia, los celos o el sentimiento de superioridad que provocan compararnos con otros.
¿Cómo podemos cancelar y descartar este absurdo pero a la vez cotidiano hábito de otorgarnos valor comparándonos con los demás?
La clave está en comprender un sencillo pero profundo principio de la vida: “Soy un ser único, y mi papel y mi contribución en este juego de la vida también son únicos. Mi valor es algo intrínseco. Mi valor está en el interior, tiene que ver con la riqueza de mis cualidades, virtudes y valores. Mi actitud ante la vida. Tiene que ver con quién soy, y no con lo que tengo o con lo que hago. Tiene que ver con la calidad de mis pensamientos y la sabiduría de mis decisiones.
B. Kumaris
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