Si realmente deseas esa comunión con Dios que ha sido la meta de hombres y mujeres religiosos en todas las edades, debes buscarla definitivamente y descartar todo aquello que posiblemente pueda demorarte en ese viaje hacia El.
Debes apartar todos los días un tiempo definido, para la meditación y la oración y para revisar tu conducta diaria, tanto en las cosas externas como en los asuntos internos.
Debes conducir los asuntos de tu alma como si fuera un negocio. Mucha gente religiosa fracasa en darse cuenta de que el negocio del crecimiento espiritual necesita de orden, método y de una organización inteligente -tanto como cualquier asunto comercial o una empresa de ingeniería u otra importante actividad, si se quiere tener éxito, y sobre todo requiere una devoción sincera, firme y auto-consagración.
La gloria de Su Presencia pasa dentro del alma humana... aquietando el alma, iluminando el intelecto, llenando el corazón con un gozo inefable. Esta gloria no viene por accidente o por gracia
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