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ÚLTIMAS EXPERIENCIAS
AÑO Y MEDIO SIN ARTRITIS
por Alfonso Estudillo
Y esto que leen lo escribo porque considero que es mi obligación ponerles en conocimiento de todo cuanto voy consiguiendo, que es nada más y nada menos que curarme de una enfermedad para la que los médicos no encuentran curación, una enfermedad terrible -como todas las enfermedades- que te llena de dolores y te inhabilita por completo para llevar una vida normal. Y no sólo es la enfermedad y sus dolores, sino que también hay que sumarle la multitud de daños que, como efectos secundarios, te ocasionan los corticoides, antiinflamatorios, protectores de estómago, etc., etc., que, como únicos fármacos conocidos para paliar los efectos de la enfermedad, te recetan los especialistas (los grandes laboratorios farmacéuticos necesitan ganar dinero, y en estas enfermedades que no tienen cura tienen un auténtico chollo). Y puedo asegurarles que, si bien la artritis reumatoide no mata, estos productos sí terminan por hacerlo a la larga.
¿Milagro? No. Solamente -y como no me canso de repetirles- resultados de una alimentación adecuada. En todos los artículos que llevo escrito sobre el tema de Alimentación y Artritis Reumatoide les expongo todo cuanto en estos años he podido descubrir sobre los efectos de la alimentación en la aparición y curso de la enfermedad, y cómo con una alimentación más cuidada podemos eliminarla de nuestra vida.
El Régimen Ancestral de mi admirado profesor Seignalet recoge casi todo cuanto necesitamos saber para comenzar a curarnos de la Artritis (y les recuerdo que no sólo la artritis, sino también de enfermedades tan frecuentes como la Espondilitis anquilosante, Psoriasis, Tiroiditis de Hashimoto, Esclerosis múltiple, Diabetes tipo 2, Enfermedad de Crohn, Fibromialgia, Alzheimer, Parkinson, y un largo etcétera que comprende el tan temido cáncer en casi todas sus manifestaciones). Como ya saben, realmente no hay nada especial en este régimen, se trata tan sólo de eliminar determinados alimentos (como la leche y los cereales, que la industria y el mercado nos hacen tomar cada día), comer con más frecuencia otros a los que no les damos la debida importancia (como las frutas y verduras, y aceites y otros productos no refinados) y cuidar
mucho la forma del cocinado y las temperaturas que les damos a los alimentos (ya saben que, cuanto más crudo, mejor).
Especial importancia tienen los aceites (recuerden el caso de la colza, en 1981, que con sólo la ingesta de un aceite manipulado mató o dejó con graves enfermedades a miles de personas). No me cansaré de repetirles que huyan de todo aceite manipulado de forma industrial. Tanto el de oliva -el mejor sin duda alguna- como los de girasol, soja u otras semillas, deben ser de primera presión en frío, o sea, no refinados. Los aceites refinados -todos- han sido sometidos a procesos químicos para su extracción y envasado al objeto de darles unas óptimas condiciones organolépticas (sabor, color, etc.) y obtener el mayor aprovechamiento posible de los productos bases. En los aceites de oliva, fíjense bien que sea Aceite Virgen de Oliva EXTRA (el extra es el único aceite no refinado), y en los de semillas, denle de lado a todos aquellos que pongan en la etiqueta Aceite de Tal o Cual REFINADO, por mucho que le añadan lo de SIN ADITIVOS o NATURAL o cualquier otra frase que les haga aparentar ser muy buenos y naturales.
Y, vuelvo a insistirles: tan importante como el producto es su uso. Cuando usemos un aceite para freír (y vuelvo a repetirles que deberían eliminar los fritos de su dieta), de ninguna manera debemos someterlos a temperaturas excesivamente altas (cosa que ocurre en muchas de las freidoras del mercado, capaces de superar los 225º C.), o sea, freír entre 160 y 180º C. y sólo el tiempo justo para dorar las patatas, el pescado, las croquetas, etc. En cuanto a la reutilización del aceite, aunque su buen estado dependerá del tipo de aceite, temperaturas alcanzadas, alimentos usados, etc., lo aconsejable es -siempre que las temperaturas alcanzadas no sean muy altas- no usarlo más allá de seis veces. Y si un aceite se nos pasa de temperatura y humea (que indica que se ha quemado), la reacción inmediata debe ser la de tirarlo y cambiarlo por otro nuevo. Tenga siempre en cuenta que un aceite que ha sido sometido a la acción del calor (peor cuanto mayor la temperatura), incluso los de mejor calidad, genera sustancias muy tóxicas con efectos negativos impredecibles para la salud humana.
En líneas generales, prefieran el pescado a la carne, los pescados de mar a los de río o de piscifactorías, la carnes de animales criados en libertad a los de crianza industrial (criados con piensos y estabulados sin el menor movimiento), el jamón y los embutidos curados y secados a cualquier fiambre cárnica (todas con largos procesos de elaboración y multitud de aditivos), alimentos crudos o con muy poco tiempo al fuego que guisos, pucheros y asados con largas exposiciones al calor, frutas y verduras naturales mejor que las envasadas, zumos hechos en casa que los ya envasados, etc., etc. No deje de pensar que los alimentos, cuanto más naturales sean, mejor. Huya cuanto pueda -y su economía le permita- de todos aquellos que han sido elaborados industrialmente. Éstos, además de que la procedencia y calidad de sus componentes puede no ser la que dicen en sus etiquetas, llevan generalmente multitud de aditivos como conservantes, colorantes, estabilizantes, potenciadores del sabor, espesantes y un largo etcétera de productos químicos de los que, por muy autorizados que estén, por muy legales que sean, ninguna autoridad sanitaria podrá dar fe de una total inocuidad cuando son consumidos y mezclados durante años y años. Hay en la actualidad toda una serie de enfermedades -como la Artritis Reumatoide- a las que los médicos y la Ciencia no encuentran ni por qué se originan ni nada para su curación. Yo, servidor de ustedes, catorce años ya con Artritis Reumatoide, hace casi dos años que encontré lo que la origina y cómo curarla. Y usted que me lee también lo sabe. Es todo esto que les vengo contando en mis artículos. Léanlos y llévenlos a la práctica, y, cuando su enfermedad ya no esté, cuando se haya curado, escríbame para contármelo. Saber que usted también se ha curado será mi única y mejor recompensa.
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